lunes, 13 de abril de 2015

¿SOMOS LO QUE LEEMOS? PREGÚNTASELO A GOOGLE.

La organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha estudiado los hábitos de la lectura en el mundo, y desafortunadamente de los 108 países enlistados México se posiciona en el penoso penúltimo lugar.
El comenzar a leer o formar ese “habito” se toma en cuenta lo que nos gusta e interesa ya que nosotros lo entendemos o damos sentido de acuerdo a lo que conocemos. Pero esto no sucede siempre, al motivarnos a leer por la familia o maestros se pierde el interés y entretenimiento porque no llama la atención o nos parece aburrido (como los libros de la escuela).
Cabe resaltar que con el avance tecnológico la mayoría de las personas leen por internet (libros, revistas, periódicos, etc… en línea) lo cual no es recomendable por los “Distractores” que se nos presentan, claro ejemplo las redes sociales YouTube, Facebook, Instagram o el simple hecho de observar el teléfono perdiendo la concentración y por ende el interés.
Nicholas Carr dice: “La idea de que nuestras mentes deberían operar como maquinas procesadoras de datos de alta velocidad no solo sustenta (…) [a] Internet sino que es el modelo  empresarial de la red que domina (…) Entre más rápido naveguemos por la red –entre más vínculos y paginas veamos- más oportunidades tendrán Google y otras empresas de recabar información sobre nosotros y para alimentarnos con anuncios comerciales. La mayoría de los propietarios del Internet comercial tiene un interés financiero en la recolección de datos [sobre nosotros] que dejamos a  medida de que saltamos de un sitio a otro en línea (…) Lo último que desea estas compañías es alentarnos a llevar a cabo una reflexión lenta o una lectura lúdica [sin interrupciones]. Es de su interés [económico] que tengamos [múltiples] distractores”
Dime qué lees y te diré quien eres
Es difícil fomentar la lectura a veces cuando las mismas personas que lo hacen no leen, provocando conformismo y restando importancia a la lectura causando así que disminuyan las librerías en el D.F. considerado como “el corazón cultural” del país.

Con el uso tecnológico se altera y distorsiona la información, haciéndola más compleja y poco confiable bajando así, aún más el nivel intelectual y social del lector ya que dejan de leer para realizar actividades que si les “interesa y son importantes” como estar conectado a una red social.

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