La organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha estudiado los hábitos de la lectura en el
mundo, y desafortunadamente de los 108 países enlistados México se posiciona en
el penoso penúltimo lugar.
El comenzar a leer o formar ese “habito” se toma en cuenta
lo que nos gusta e interesa ya que nosotros lo entendemos o damos sentido de
acuerdo a lo que conocemos. Pero esto no sucede siempre, al motivarnos a leer
por la familia o maestros se pierde el interés y entretenimiento porque no
llama la atención o nos parece aburrido (como los libros de la escuela).
Cabe resaltar que con el avance tecnológico la mayoría de
las personas leen por internet (libros, revistas, periódicos, etc… en línea) lo
cual no es recomendable por los “Distractores” que se nos presentan, claro
ejemplo las redes sociales YouTube, Facebook, Instagram o el simple hecho de
observar el teléfono perdiendo la concentración y por ende el interés.
Nicholas Carr dice: “La idea de que nuestras mentes deberían
operar como maquinas procesadoras de datos de alta velocidad no solo sustenta (…)
[a]
Internet sino que es el modelo empresarial de la red que domina (…) Entre más
rápido naveguemos por la red –entre
más vínculos y paginas veamos- más oportunidades tendrán Google y otras
empresas de recabar información sobre nosotros y para alimentarnos con anuncios
comerciales. La mayoría de los propietarios del Internet comercial tiene un interés
financiero en la recolección de datos [sobre nosotros] que dejamos a medida de que saltamos de un sitio a otro en línea
(…) Lo último que desea estas compañías es alentarnos a llevar a cabo una reflexión
lenta o una lectura lúdica [sin interrupciones]. Es de su interés [económico]
que tengamos [múltiples] distractores”
“Dime qué lees y te diré quien eres”
Es difícil fomentar la lectura a veces cuando las mismas
personas que lo hacen no leen, provocando conformismo y restando importancia a
la lectura causando así que disminuyan las librerías en el D.F. considerado
como “el corazón cultural” del país.
Con el uso tecnológico se altera y distorsiona la información,
haciéndola más compleja y poco confiable bajando así, aún más el nivel
intelectual y social del lector ya que dejan de leer para realizar actividades
que si les “interesa y son importantes” como estar conectado a una red social.
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